🥊 Muay Thai en el cine: cuando la pantalla también golpea
Películas que no solo muestran el combate, sino también espíritu, danza y fuego interior.
A veces es imposible explicar por qué practicamos Muay Thai. Más allá de la pasión, en mi caso está lo espiritual: esa fusión entre la calma y el ritmo de la música que guía los movimientos, obligándote a encontrar el equilibrio perfecto entre defender y atacar. Ese baile con tu oponente —tan íntimo como feroz— trasciende la violencia para convertirse en pura belleza.
Pero si hay algo que sabe dar el golpe preciso para captar lo inefable, es el cine. No con palabras, sino con imágenes que atrapan el espíritu que arde en el gimnasio: el ritual, el respeto, el dolor convertido en euforia.
Siempre he buscado entrelazar mis pasiones, hacerlas dialogar. Ayer, por ejemplo, fotografié la inauguración del nuevo ring en Bstriking, mi academia ahora. Esta mañana, tras el entrenamiento, el coach mencionó películas donde el Muay Thai no es simple decoración, sino alma narrativa.
Algunas ya las conocía. Otra, no. Y fue ahí cuando decidí crear esto:
un recorrido por cintas donde el Muay Thai brilla, golpea y transforma:
1.- Beautiful Boxer (2003)
La historia real de Parinya Charoenphol (Nong Toom) —luchador de Muay Thai y mujer trans— convierte el ring en un escenario de transformación brutal y poética. Aquí, cada golpe no solo gana rounds: desafía mandatos, talla la identidad y reclama el cuerpo como territorio propio.
Muay Thai como acto político: La disciplina férrea del deporte choca contra las expectativas de género, pero Nong Toom no se dobla. Entre combates, usa el rastro sagrado del mongkhon (la corona ritual) para coronar lo que siempre fue. ¿Qué es un cuerpo sino lo que hacemos con él?
Lo sublime y lo violento: Las escenas de entrenamiento —sudor, sangre y aceite— son casi un ritual de paso. La cámara no juzga; muestra cómo la belleza nace del dolor controlado. Y cuando Nong Toom se pinta los labios antes de saltar al cuadrilátero, el gesto es más subversivo que cualquier uppercut.
Para ver con: Los ojos bien abiertos y una pregunta incómoda: ¿Cuántos rings nos faltan por conquistar?
2.- A Prayer Before Dawn (2017)
Basada en la historia real de Billy Moore, un boxeador inglés encarcelado en Tailandia, esta película no tiene glamour. Es oscura, sucia, asfixiante. Pero también es redención. Porque en medio de la brutalidad de una prisión extranjera, Billy encuentra en el Muay Thai una forma de sobrevivir —de reconfigurarse.
No hay montaje heroico. No hay música épica. Solo respiración pesada, tatuajes borrosos, ojos sin esperanza… y, poco a poco, una luz.
Es el lado más crudo del Muay Thai, y también el más real.
A veces uno no pelea por medallas. Uno pelea por no perderse a sí mismo.
3.- Chok Dee (2005)
Esta película cuenta la historia de Dida Diafat, un joven francés de origen argelino que pasa de una vida marginal a convertirse en campeón de Muay Thai en Tailandia. A diferencia del estilo crudo de A Prayer Before Dawn, Chok Deeestá narrada con una sensibilidad más clásica, casi como un viaje de iniciación.
Lo que me atrapó no fue solo el proceso físico del personaje, sino el choque cultural que vive: cómo se adapta, cómo aprende a respetar una tradición que no le pertenece, y cómo el Muay Thai lo transforma desde adentro.
En Tailandia, los extranjeros no solo deben entrenar más fuerte. Tienen que ganarse el derecho de pertenecer. Y Chok Dee habla de eso: del respeto, del dolor, y del largo camino hacia el honor.
¡Bonus!
Hurts Like Hell (Serie de Netflix)
El muay thai también tiene un reverso más crudo. Hurts Like Hell no es una historia de redención ni de gloria, sino una serie que se sumerge en las sombras del deporte: las apuestas, la corrupción, el dolor físico y emocional. Está contada como docuficción, entre entrevistas reales y dramatizaciones que incomodan.
No es una serie para enamorarse del Muay Thai, sino para entenderlo desde la herida, desde la contradicción. Y quizá por eso, también es necesaria. Porque amar algo no es negarle sus sombras, sino enfrentarlas con los guantes puestos.
Epílogo
Cada vez que entro al ring, me acuerdo que no lo hago para ganar, sino para entenderme.
Y estas películas —tan distintas entre sí— me recuerdan eso:
Que cada pelea es una historia. Que cada historia puede golpearte.
Y que el cine, como el Muay Thai, a veces te deja sin aire, pero con el corazón despierto.
El Muay Thai no me preguntó. No hubo diálogo, ni aviso. Solo me eligió.
Y en ese acto silencioso, me salvó.
Aquí estoy: entre música, danzas de golpes y nuevas metas que cumplir.
Alimentación consciente para llegar a los 75 kilos. Madrugar. Sudar. Repetir.
Ser otro sin dejar de ser yo.
Porque a veces, pelear es la forma más honesta de abrazarse.